Queda prohibido olvidarnos

Se que somos muchas las que nos relegamos durante la maternidad.

Somos muchas las que nos olvidamos, de nosotras mismas.

Relegamos nuestro rol de mujer, dando así  lugar y prioridad a nuestro nuevo rol de madre.

Esos roles son combinables, son compatibles y complementarios. Pero lograr el equilibrio y la fracción correcta, necesita de dedicación y tiempo. No es muy dificil pero tampoco fácil.

Relegamos también nuestra carrera, nuestros intereses.

Se pueden combinar, pero el trío mujer, madre y carrera, supone de cierta complejidad. Y de mucho esfuerzo y organización.

Ahora si a esa última combinación queremos agregarle estudios y/o reorientación profesional….entonces… ¿es catastrófico?

Supongo que no. No debería serlo. Pero tengo la convicción de que dar con el resultado de la ecuación puede resultar complejo y puede llevar años en encontrarlo.

Llevo años quejándome sobre mi malestar profesional, echándole la culpa al país, al idioma, a la idiosincrasia, a mi falta de tiempo. Llevo años actuando como una niña más que es incapaz de asumir lo que es tangible, lo que tiene frente a sus ojos. Esa niña que busca en el otro la culpa y de esta manera puede contrarestar de mejor manera su malestar.

Y así, pasa el tiempo.

Bajo excusas que excluyen aquello que nos quita el sueño. Que nos mantienen, por momento, tan a gusto en nuestra zona de comfort. Al fin y al cabo, es más simple. Es lo que conocemos. A lo que nos acostumbramos. Día a día. Y de la mano, la rutina, encargada de que todo fluya.

Pero ¿no es eso un estado mediocre?

Creo en que hay cosas que deben fluir. Momentos en los que hay que soltar y dejar que suceda.

Pero están esas otras cosas, esos otros momentos, que esperan pacientes a que las tomemos en serio. A qué le brindemos la oportunidad de actuar. Y lucirse.

No es tarde. Nunca lo es.

Siempre es posible Reorientarse. Reencontrarse. Reinventarse.

Ya estoy en ello. Llegó el momento.
En mano tengo los documentos de diferentes carreras, el contacto de una Psicologa especialista en ayuda vocacional y muchisímas ganas de emprender aquello que llevo años relegando.

Estoy convencida que solo lograré resultados diferentes cuando comience a hacer las cosas de manera diferente. Y en eso mismo estoy.

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Como organizarnos sin desesperar

Nos pasa a todos. A todos los padres que trabajan. Alguien enferma y debemos, muchas veces en cuestión de minutos, organizar el cuidado de los niños (y en caso de haber mascotas, también). Y hacer esto, sin desesperar, es, a veces, un gran reto.

Hoy ha pasado de nuevo

Lo que nos pasa al menos dos o tres veces por año, pero qué digo, dos o tres veces por estación. Alguien enferma, hay que ir a trabajar (y como suele suceder, mi marido y yo ya tenemos reuniones super importantes, de esos que creemos que no podemos estar ausentes bajo ningún punto de vista) y dentro mío me sucede siempre lo mismo: me convierto en un manojo de nervios (aunque intento recordar a mi profesora de yoga diciendo que hay que mantener la calma) mi cerebro se pone en modo alerta total, se prenden las primeras alarmas de que hay que hacer algo urgente, recibo el kick de adrenalina pura necesario y comienzo a organizar y acomodar (como si del Tetris se tratara) de manera express el día y el cuidado de los niños. Esto, suele suceder seguido, ya nos estamos acostumbrando.

Hoy es un poco diferente…

Pero lo que ha pasado hoy corresponde a mucha mala suerte. La Tagesmutter (que significa madre de día, para las que no viven en un país germano parlante y que ya les contaré quién es en otra entrada) y la niñera (que no es lo mismo) cayeron enfermas el mismo día y me avisaron con media hora de diferencia entre ellas.

¿Pero cómo organizarnos hacerlo sin desesperar?

Hago un repaso mental de quienes tienen el viernes libre con disponibilidad horaria, y claro, que se animen a quedarse toda la tarde con un nene de seis años (lo de su hermana de uno está solucionado, va a la guardería todo el día).  Elimino de un plumazo al menos 3 candidatos. Y por supuesto ni se me ocurre pensar en mis padres y hermanas, que viven a 13.000 kilómetros.  A ellos los dejo para el consuelo telefónico.

Manos a la obra

Llamo a mi amiga, pero mañana cuida de otro niño. Pienso en los abuelos, pero acaban de mandarme un WhatsApp contándome de lo bien que la están pasando en Nairobi con 28 grados (mientras que nosotros aquí bajo un cielo gris, que no para de llover hace una semana) por lo tanto, también descartados. Mi vecina trabaja.

Cuando no hay otra opción…

Sin más remedio llamo a mi marido, quien mañana tiene una reunión impostergable (y debo admitir que las ultimas tres veces se quedó él en casas). Y  como quien no quiere la cosa, me veo mandándole un mensaje a mi jefe y preguntándole si es posible que mañana haga Home Office. Y mientras lo escribo ya estoy repasando mentalmente las pelis y actividades de entretenimiento tendré listas para que mañana Matteo (y yo) pasemos bien la tarde. Después de seguir las instrucciones de mi jefe sobre los programas que debo instalar en mi computadora, estoy lista para comenzar mi primer dia de Home Office en esta nueva empresa.

Un detalle no pequeño

Olvidé comentarles que justo dos días antes tuve una reunión con mi jefe para cerrar el periodo de prueba (si, llevo tres meses trabajando en esta empresa). Es decir, no voy a ir a trabajar en primer día de trabajadora oficial fija indefinida.

Pero es cuando recuerdo

Que no soy la única, esto les pasa a todos los padres que trabajan. Que es parte de ser padres trabajadores, que se trata de conciliar, de intentarlo. Que estamos todos en la misma barca, remándola.  Sí, a veces sirve pensar así.