¿Quién no envejeció al menos unos meses organizando y celebrando el cumple de sus hijos? Yo siento que después de cada cumple tengo al menos diez arrugas y dos canas nuevas. Mínimamente.

Hace siete años que comenzamos con los festejos de cumpleaños, durante cinco años fueron una vez al año, hace dos que se duplicaron. Y aunque cada vez terminamos destruídos, con unas ojeras impresionantes y nos invade un sentimiento de resaca sin alcohol, al año siguiente, repetimos. Repetimos porque nos gusta, nos divierte y porque la sonrisa de oreja a oreja de nuestros hijos es la mayor recompensa.



Debo admitir que me encanta organizar los festejos (de todas clases, quizás debería pensar en dedicarme a ello). Meses antes estoy pensando en la temática, que, en el caso de Matteo, la elegimos en conjunto de acuerdo a sus intereses actuales. Busco, preparo, compro, guardo, vuelvo a comprar, etc. durante un largo tiempo. Las actividades de la organización quedan repartidas entre los miembros de la familia. Aprovechamos al máximo de las tías, que al no tener hijos aún, se toman esto muy en serio. Por eso, hasta el año pasado, las invitaciones estuvieron a cargo de mi hermana Florencia. Este año, por deseo expreso del cumpleañero, él mismo las confeccionó. Pero esto no significa que la tía tendrá vía libre, en diciembre le tocan las de su ahijada.

Durante estos años pasamos por muchísimas temáticas: de muy pequeño, Pepa Pig, grúas y policía y animales de bosque para Male. En los últimos festejos, dinosaurios, Ninjago y en el último, aviones. Como verán, los intereses van mutando. Por eso es siempre un enigma decifrar a esta altura si existen indicios claros de la temática que usaremos el próximo año.


La torta es uno de los «highlights» de los cumples de mis hijos. La dejamos en manos de mi amiga Vicky, que cumple con los deseos de mis hijos. Y como ella dice, las tortas de Matteo siempre la retan a ir un pasito más allá, ya sea porque se le ocurre cambiar algo, porque le pide un Boeing 737 donde la joroba debe ser explicitamente visible, etc. Es una dicha tenerla y que nos haga tanto caso.

Durante los primeros cumples de Matteo ( y ahora los de Malena) los niños vienen acompañados de sus padres, como es lógico. El mayor desafío es servir y agasajar a los niños, a los padres, al que cumple años y al mismo tiempo, intentar disfrutar del cumple. En estos cumples de niños pequeños, los juegos pasan a un segundo plano. Se entretienen sin grandes planes.

Las tortas son de https://www.fiveoclockcakes.com/
En últimos dos cumples de Matteo, donde los niños ya vienen solos, el mayor desafío es mantenerlos entretenidos. No es tarea fácil. Son niños que lo tienen todo y se aburren muy rápido. Esto me lleva a recordar los cumpleaños de nuestra infancia: eran simples, mi mamá nos hacía la torta, invitábamos cierta cantidad de amigos y la parte de juegos y entretenimiento quedaba a nuestro cargo. Mis padres no hacían ni de payasos, ni de magos, ni nos organizaban búsquedas del tesoro. Ni mucho menos lo celebrábamos fuera de casa. Sin embargo, la pasábamos muy bien y tengo hermosos recuerdos.
Como mencionado anteriormente, es un gran desafío el entretenimiento de los cumples. A lo largo de los años fuimos probando diferentes variantes, hasta que dimos con la exacta. Y creo que repetiremos hasta que nos digan basta.
- El cumple de cinco lo celebramos en un indoor (yo estaba embarazada de Male y decidimos hacerlo de la manera más fácil para todos). Los niños se la pasaron genial, fue el cumple más relax que pasamos, pero también el más caro.

- El de seis, fue el primero que celebró con sus nuevos amigos, lo hicimos en casa. Eran muchísimos niños, la mayoría varones, creo que una sobredosis de testosterona, sumado al mal tiempo. Terminamos reventados. Como coincide que el cumple de casi todos sus amigos varones sucede en un plazo de seis semanas, es decir, hay mucho cumple en poco tiempo, entre los padres nos pasamos algunos consejos o simplemente nos consolamos. Al final, estamos todos en la misma.

- El de siete fue todo un éxito. La mamá de un amiguito me comentó que pensaba celebrar el cumpleaños de su hijo en el bosque. Los que me leen saben que 1) los niños en suiza van muy seguido al bosque, en cada pueblo hay uno y les encanta. 2) el único „pero“ son sus garrapatas (al menos para mi, madre extranjera). Me lo pensé, lo hablé con Mitja y dejando de lado mis temores, decidimos también celebrarlo en la naturaleza. Admito que fue la mejor decisión que hemos tomado al respecto. Y fue el primero de varios cumples que celebraremos allí. La noche anterior nos quedamos preparando la búsqueda del tesoro (fue toda una historia en pistas del pirata Igor, gracias a la creatividad y talento artístico de Mitja) y dejando todo listo para llevar el día siguiente (incluido papel higiénico y agua para lavarse las manos porque fuera de una cabaña abierta, con mesa y parrilla, poco más hay) y organizando tema logística de subir y bajar niños en coche.

El resto, fue soplar y hacer botellas. Un verdadero éxito, el bosque les ofrece miles de posibilidades para divertirse, cuenta con todas las herramientas necesarias para que dejen volar su imaginación. Son libres y están en contacto con la naturaleza. Encontraron el tesoro, que venía con una buena dosis de golosinas, comieron salchichas a la parrilla, torta de avión y gastaron hasta la reserva energética que tienen. ¿Que más se puede pedir?

